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viernes, 8 de enero de 2010

MUSEOS Y CENTROS COMERCIALES: Una reflexión a través de un objeto. Por Victoria Parés D.


“EL OBJETO DE COLECCIÓN ES UNA SUERTE DE ESPEJO DE LAS IMÁGENES PATRIMONIALES” JEAN BAUDRILLARD

Centremos nuestra disertación en el “objeto de colección” analogable al “objeto de consumo” en el centro comercial, que bien puede o no llegar a ser patrimonio de una sociedad determinada.

Al museo acudimos como espectadores a mirar un objeto de colección, a contemplar el objeto patrimonial histórico generalmente con raigambre del pasado; en los centros comerciales los transeúntes contemplan un objeto de consumo masivo, que bien podría llegar a ser un objeto de colección con el transcurrir del tiempo, gracias a la publicidad y a las necesidades que estamos obligados a solventar; pensamos en el presente y en el futuro.

En el museo acudimos a contemplar la historia, el Mausoleo; a aprender sobre los objetos detenidos en el tiempo que generalmente no podemos comprar, mientras los centros comerciales ofrecen una oferta más tentadora de consumo cotidiano: el objeto de consumo publicitario y la marca del momento. El centro comercial ofrece una visión cinematográfica del consumo, que gracias a la publicidad el objeto ha adquirido otras dimensiones y otro sentido de la percepción, el objeto emisor:

1.- Objeto de consumo: consumidor de marcas (centro comercial).

2.- Objeto de contemplación: consumidor de conocimientos (museos).



Ahora bien, ¿qué pasa cuando el objeto de consumo se vuelve objeto de contemplación? y viceversa; hablemos de la botella Aniversaria de Coca-Cola
en aluminio, que bien en un momento dado es naturalmente un envase contenedor de un líquido que satisface las necesidades de hidratación y es consumido sólo para resolver una cotidianidad; este mismo objeto, para el coleccionista se vuelve un mecanismo de conocimiento, enuncia a los estudiantes de publicidad otros contenidos semánticos, ya que connota el año aniversario de una determinada marca.

No obstante, cuando llegamos al museo, para el conocedor de arte una determinada colección lo ubicará en el contexto histórico de una época puntual entre el Modernismo y la Postmodernidad, (Andy Warhol usó la publicidad como tema en su obra) cuando salimos de ese contexto, la publicidad y/o la marca, la relación resulta un poco más selecta; veremos las analogías entre un sitio expositivo de objetos de colección organizados según criterios didácticos y de funcionabilidad pedagógica.

Si nos trasladamos al centro comercial, nuevamente observaremos al espectador contemplar por una parte: las edificaciones tal como los conocedores de las estructuras tectónicas de los museos, la disposición de las tiendas según las marcas de consumo, hay una especie de “museografía” tácita establecida en este gremio: las tiendas de diseño de autor o bien las de necesidades básicas; generalmente están distanciadas de las ferias de comida o bien de las tiendas de servicios.

Parangonemos nuevamente el objeto de consumo: este puede ser no necesariamente una pieza transportable, sino también una edificación, el espectador “consume” lugares, acude al centro comercial no sólo a adquirir objetos de marca sino a consumir servicios dentro del recinto, a disfrutar de sus instalaciones tal cual como algunos de nosotros acudimos a los museos en busca de paz y de sosiego, insertado en ese conocimiento enciclopédico que encontramos en ellos.

Si bien, los consumidores o espectadores actúan como transeúntes que visitan los museos una sola vez en sus vidas cuando mucho, la otra parte: los conocedores intelectuales en su buena mayoría sufren del mismo mal, pero a la inversa, nos aturden los centros comerciales y los compradores que llevaran un objeto a casa que quizás no usaran, pero satisfizo sus necesidades compulsivas en ese instante; independientemente de que ese objeto pudiera en un futuro inmediato transformarse en una pieza de colección de una determinada exposición.

Recordemos también que la concepción de los objetos de hoy en día no es la misma en todos los tiempos y en todas las épocas y menos aún en los contextos situacionales; para ilustrar recordemos una película del siglo pasado: Los Dioses deben estar locos, (1980), en ella se relata como un lugareño encuentra un objeto desconocido que cae del cielo y lo golpea, él lleva esta “cosa” a su casa y resulta ser la panacea de los habitantes de una aldea en el confín del mundo donde nunca han visto televisión y menos aún han salido de su entorno para interactuar con la civilización; este objeto es usado: por las amas de casa como adminículo de cocina ya que convierte los alimentos; en manos de los hombres adultos es usado como arma de cacería y en las horas de ocio como instrumento musical y hasta los niños lo usan como objeto lúdico para intercambiar algarabías, hasta que poco a poco, como es una pieza única, todos se la disputan y se convierte en la discordia de los aldeanos, la determinación más idónea termina siendo la más acertada y es enviar este objeto que originalmente era de procedencia divina a un acantilado, ya que se había convertido en una pieza maligna de ambición y de rencillas: no era más que una botella de Coca-cola. Este objeto utilitario para la sociedad de consumo que somos los otros habitantes del planeta, termina fuera de contexto en una aldea africana donde no se conoce la televisión y menos aún existe concepto de marcas.

En otro contexto, en Venezuela, el objeto Coca-cola fue tema de un I y II Salón de Arte auspiciado por la marca y expuesto a finales de los 90 y comienzos del 2000 en el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz Díez en la Av. Bolívar en Caracas; con una convocatoria abierta a todas las tendencias y con artistas procedentes de todo el país, primero con tema libre (recuerdo una obra de Emilia Azcarate en la que un autorretrato de la artista ostentaba el logo de Coca-cola en los labios) y luego usando la botella como maqueta de una pieza determinada. Lo mismo han hecho otras marcas de bebidas: Vodka Absolut y el whisky Something Special (en este caso bebidas alcohólicas); en la cual el objeto se transforma en una pieza de colección subastable y ya no en un envase descartable.

Hemos visto aquí como la marca: Coca-cola se ha trastocado, de ser un simple envase contenedor de fluido hidratante, en el tema central de un filme y posteriormente en el tema en torno al cual se han convocado dos (2) salones de arte en nuestro país; y como la Publicidad juega un papel preponderante en el cambio y hábitos de consumo de un país y hasta de un continente, todo gracias al medio de comunicación empleado. El objeto utilitario se transforma en el objeto de colección.

Este fenómeno extrapolado de un consumidor X en el Restaurante Chili’s en el Sambil, bien pudiera ser repetido con cualquier otro objeto de consumo; las tarjetas CANTV han sido tarjetas de debito para los objetos telefónicos, pero también han sido el soporte de las obras de arte de artistas plásticos como: la colección de las caricaturas de Zapata, o bien de los pesebres típicos en alianza estratégica con la Fundación Bigott; y ahora en esta última década ha sido patrocinante del Salón Jóvenes CANTV con fía. Otros ejemplos como estos en Venezuela son: Bienal Salón Pirelli en el MACCSI en Caracas, Bienal del Paisaje (Tabacalera Nacional) en el Museo de Arte Contemporánea Mario Abreu en Maracay a principio de década de los 90; la Bienal Cristian Dior en Caracas en el Centro Cultural Consolidado hoy Corp. Group, otros ejemplos como: la Bienal Dimple realizada en el Ateneo de Valencia, Smurfit cartoenvases de Venezuela financia el Proyecto del TAGA (AGPA) Asociación de Grabadores Hispanoamericanos que ha donado a los Museos (Ateneo, MACMA, Centro Cultural Eladio Alemán Sucre, etc.) una colección en papel de reconocidos artistas del medio; Cerámicas Carabobo y la Owens Illinois también financian cada una, un premio del Salón Nacional de las Artes del Fuego en la Galería Braulio Salazar de la Universidad de Carabobo en Valencia.

En otro orden de ideas; las obras de arte también han sido tema de infinidad de películas: El asunto de Thomas Crown, (The Thomas Crown affair), 1999; recientemente el libros de la comunicadora social venezolana Marianella Balbi: El rapto de la Odalisca (2009), que revela los intríngulis de la desaparición del cuadro de Henry Matisse La Odalisca en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber, bautizado este domingo pasado en los Galpones de Arte, cuyo editorial no logro acordarme. ¡Pero no nos salgamos del tema!

Ahora bien, se estará preguntando el lector que pasó con la relación del museo y el centro comercial, misma que ha quedado delegada sólo a una sala de exhibiciones en un espacio determinado de unas piezas escultóricas en el centro comercial, de una galería en el sótano o bien de un piso llamado museo, nivel galería; o un café llamado MOMA; mientras que los museos se han limitado esencialmente a aceptar algún que otro desfile de modas en sus instalaciones, y a excepción del centro cultural Grupo Corp Banca que ha hecho una muestra con propuestas Publicitarias de las agencias a mediados de los 2000.

Resulta curioso como en un centro comercial en Panamá (Albrook mall) se utilizan recursos de la museografía para indicar a sus transeúntes el nivel en el cual están ubicados: una Jirafa enuncia tanto en los estacionamientos como en las tiendas la entrada de un módulo comercial, así el usuario sabe que entró por el nivel: Rinoceronte, Dinosaurio, etc. (Lo que me hace recordar que en los años 80, la relación que causa la película Jurasic Park con los museos de Ciencias y la exposición robótica del valenciano y venezolano que diseño dinosaurios robot para ubicarlos en el Museo de Ciencias de Caracas). Y es un recurso nemotécnico para los miles de extranjeros e indígenas que no dominan la lengua; el aspecto visual en la señalética confiere una esencial forma educativa tanto didáctica como pedagógica, ya que orienta al usuario. En Colombia han usado las obras de arte para hacer la misma función en un centro comercial en Bogota y en las avenidas, esta última tal como en Venezuela.

La relación del museo con el centro comercial necesariamente hay que hacerla con un objeto: bien artístico o bien comercial; los museos en New York tanto el Guggenheim como el MOMA usan su estructura arquitectónica para promocionarse, así en películas como con el uso de su logo y estructura tectónica; cosa curiosa resulta recordar el museo de Botero en Bogota ya que aquí no solemos recordar la estructura sino la obra del artista; misma que se inserta nemotécnicamente en el inconsciente del espectador.

El objeto resulta ser el elemento sensorial ya que apela a esa relación biológica de alimentarse, en este caso, el objeto que hemos escogido, termina siendo un elemento sinestésico como la música que propicia el recorrido y fija los conocimientos de determinadas obras de arte.


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